DÍAS DE LLUVIA


Mientras en otras regiones del país hay sequía, por acá llueve sin parar. Y el agua es bendita, pero cuando llueve mucho el suelo no logra absorberla y empezamos tener deslizamientos de tierra en las carreteras, inundaciones y otra serie de acontecimientos no tan agradables. 

En junio de 2021, cuando me mudé al campo tuvimos un invierno similar al que estamos viviendo este año. En esa época todavía iba a la oficina y la salida de la casa era una odisea que incluía salir vestida de invierno de pies a cabeza, una que otra resbalada en el camino de salida de la casa, lavada de botas en alguna acequia antes de guardarlas y cambio de zapatos en la carretera antes de tomar el transporte al pueblo. Si estaba lloviendo mucho a la hora de la salida, a veces llamaba un taxi para que me llevara desde la torre de energía frente a la casa hasta la oficina para no llegar empapada. El año pasado el clima invernal fue muy tranquilo. Sol de día, lluvia en las noches y uno que otro aguacero fuerte, que lavaba el barro del camino. El clima ideal.

Este año, aunque nos había sido anunciada sequía por el fenómeno del niño hemos tenido lluvia como nunca antes. Ha llovido por dos meses de manera constante en las noches y a veces durante el día. Cuando sale el sol, lo hace tímidamente y dura poco. Sin embargo, con el trabajo en casa, el clima lluvioso es más llevadero. Me abrigo bien y me siento en el escritorio a trabajar en el computador mientras afuera se cae el cielo a pedazos y aprovecho a lavar ropa y a salir al jardín cuando hay un ratico de sol. Sólo una vez, tuve que correr a limpiar una zanja bajo la lluvia torrencial para evitar que se hiciera una inundación debajo de la casa. Por lo demás, la lluvia es tiempo de quietud, series o películas y chocolate caliente.

Con la lluvia constante los ritmos de los animales cambian: las vacas se mantienen caminando, los gatos pasan más tiempo durmiendo, los perros más tiempo encerrados, enloqueciendo por no poder tener su libertad limitada acostumbrada, las gallinas desaparecen y las hierbas crecen de manera acelerada sin que nadie les ponga mano, porque con lluvia y con el piso empapado no hay manera de hacer labores agrícolas sin dañar el suelo y hacer barro. Los pájaros y las ranas parecen disfrutar de la lluvia, porque salen y cantan, antes y después de cada aguacero.

El invierno me regala también algunos de los paisajes que más me gustan. Amaneceres con neblina, que marcan las siluetas de los árboles más cercanos; pasos de nube entre las montañas que destacan accidentes geográficos y distancias que no había notado antes y cielos nocturnos despejados que hacen ver las estrellas muy definidas y más cercanas. Todo tiene su encanto y hay que aprender a disfrutarlo.

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