LA CASA
Lo hice una vez y no vuelvo a hacerlo. Construir una casa es
una tarea emocionante, donde los sueños y las expectativas son siempre
superiores al presupuesto y al tiempo de que disponemos para llevarla cabo. En
mi caso fue un proceso interesante, retador y aún sin terminar del todo. Estoy
satisfecha con el resultado, aunque si volviera a empezar haría algunas cosas
de manera diferente. Fue todo un aprendizaje.
Opté por hacer una cabaña de diseño propio, en materiales
prefabricados y estructura metálica. Tomé esta opción por ser la más fácil de
llevar a cabo en un terreno donde no hay acceso directo fácilmente desde la vía
principal, e implica hacer un trecho a pie, o subiendo por la cuesta desde la
vía que conduce a la escuela o bajando desde la vía del Divino Niño (siempre
hay un Divino Niño en las carreteras rurales que sirve de punto de referencia).
Mi hijo y yo nos sentamos una noche con el ingeniero civil que nos ayudó con la
construcción a hacer el diseño y nos decidimos por una caña de aproximadamente
50 metros cuadrados, dos niveles, espacios abiertos y un área de balcón con
vista hacia el cerro Carvajal, un lugar usado por los aficionados al parapente
para su festival de vuelo una vez al año.
Después de cuatro meses de intenso invierno, tras luchar con
los desafíos del transporte de materiales, los cambios en el personal de
construcción, el acceso a energía eléctrica y la escasez de presupuesto, logré
hacer una casa más o menos habitable. Y digo esto porque las primeras semanas
viví como en la edad media, a la luz de las velas, lavando la ropa a mano y sin
poder cocinar en casa.
En junio de 2021 ya estábamos mis mascotas y yo, viviendo en
Nómada.
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