Y LAS SEMILLAS GERMINARON…


 

Sembramos las semillas y las estuvimos regando cada mañana porque aún no empezaban las lluvias en la Sabana. Como algunos días la temperatura se acercaba a cero y las plantas del jardín amanecían con escarcha, decidí poner las plantas en un pequeño invernadero construido con un plástico que la vecina nos facilitó a cambio de algunas plántulas para sembrar en su propio jardín.

Nacieron plantas de brócoli, espinaca, zuquini, tomate, cilantro, cebolla, zanahoria, una gulupa y por los bordes del jardín sembré también unas papas que germinaron por accidente en la cocina. De otro accidente afortunado, de unas semillas de quinua que regué en el jardín para alimentar a los pájaros nacieron muchas planticas de quinua a manera de microgreens que empezaron a formar parte de las ensaladas. De otro lado logramos plántulas de caléndula y algunas suculentas, cayenas y bella elenas para atraer a las abejas y mariposas al jardín.

De marzo a junio las planticas crecieron, fueron trasplantadas, florecieron y dieron fruto. La generosidad de la tierra fértil de la Sabana, los consejos de don Pedro y algo de sobre protección de mi parte ayudaron a cumplir con el propósito. Por ejemplo, para evitar que las afectaran las heladas de las madrugadas, la zona de la huerta quedaba cubierta con una tela en la noche, los tomates tenían un mini invernadero improvisado con una sombrilla y no me acostaba hasta que todo quedaba regado y listo para el día siguiente. Las plantas tenían una malla que las protegía de los ataques sorpresa del perro.

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