MENOS ES MÁS

 


Las cosas. Nos roban el tiempo de nuestra vida que invertimos para hacer el dinero necesario para comprarlas, para ordenarlas, para mantenerlas, para decidir cuándo y cómo usarlas y para deshacernos de  ellas… y comprar nuevas.

La palabra elegante para deshacernos de la carga de cosas innecesarias es Minimalismo, pero es un poco pretenciosa para mi gusto. Tiene más que ver con arquitectura, diseño y otros temas fuera de mi alcance. Yo me quedo con la simplicidad, que tiene más relación con mi modo de vida actual.

Tener cosas “propias” es algo que llega como una señal de la vida adulta y la independencia. Empezamos por comprar cama, mesa, sillas, electrodomésticos y dispositivos electrónicos para organizar nuestro espacio de vida independiente. Con el paso de los años vamos acumulando más y más elementos que, en teoría, traen comodidad a nuestra vida, nos dan estatus, animan nuestros espacios y complican las mudanzas.

A pesar de haberme mudado muchas veces, sólo fui consciente de la cantidad de cosas que había acumulado cuando quise cambiar de país y tuve que dejar atrás muchas de las cosas que había conseguido durante años. Esa fue la primera vez que tomé la decisión consciente de soltar las cosas que me pesaban y me hice la promesa de no comprar tantas cosas en el futuro.

Creo que todos tenemos una cosa favorita que nos gusta acumular y en mi caso son los libros. Hay libros que leo y dejo ir, que sólo acumulo en mi memoria, y otros que me gustan tanto que se convierten en objeto de codicia y los quiero tener en mi biblioteca. Quedarme sólo con los libros más queridos ha sido el reto más importante para mí en este sentido.

Recientemente, a través de un podcast, adopté un nuevo reto en relación con la ropa y los zapatos. La propuesta era tener sólo tres ítems de cada tipo de prenda: tres pantalones, tres camisas, tres camisetas, tres vestidos y así… Yo hice mi selección y tres me pareció un poco extremo, así que dejé cinco ítems de cada cosa. En algunos casos más y en otros, menos pero cerca de cinco prendas de cada una. Al hacer el ejercicio de escoger, me di cuenta de que había muchas prendas que había usado una única vez y que con mi estilo de vida actual era poco probable que volviera a usar. Salió más o menos la mitad de la ropa que había estado guardando y trasteando durante años. Mi espacio se ve mucho más ordenado y no he extrañado nada de lo que saqué. Algún día llegaré a tres.

Me deshice de las cosas “para cuando venga alguien”. Esta frase de origen familiar me recuerda las cosas buenas que se guardan para cuando tengamos visitantes. Tendidos, cobijas, toallas, vajilla y otras cosas destinadas a la atención de visitantes que normalmente no tengo. Decidí no tener menaje para visitantes y pasar por la pena de pedirle a quienes quieran venir a mi casa traer su propia cobija y su toalla. En todo caso, no soy muy buena anfitriona y tengo muy pocas visitas.

Con todo aún me queda un largo camino para seguir soltando las cosas innecesarias que llenan mi casa, mi cabeza y mi vida en general. Es una tarea diaria recordar que la vida sencilla me hace más feliz.

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