CUENTOS DE ANIMALES II: AMIGOS, NO COMIDA…
Sin embargo, ahora que tengo tres gatos y cuatro perros
propios y varios animales visitantes mi percepción de los animales ha cambiado
considerablemente y también a ha cambiado mi relación con la comida.
La primera en venir de visita fue la Garbanza. Una vaca más
loca que una cabra, que le enseñó a su hija recién nacida a escapar de
cualquier lazo, saltar cuerdas y meterse en la platanera a comer vástagos a su
gusto y sin supervisión humana. Mi interacción con la Garbanza fue mínima. Solo
revisaba dónde estaba para evitar que en sus rondas nocturnas visitara mi jardín
o los alrededores de la casa. Siempre la recordaré porque una vez pasó rozando
la pared de mi cuarto a media noche y casi me mata del susto.
Luego vinieron los toros rojos. A ellos les enseñé a venir a
comer plátano y me seguían como perritos cada vez que pasaba por el potrero en
el que estaban. Se acostumbraron a saludar en las mañanas y a pedir comida. Con
ellos aprendí que los bovinos son muy curiosos y cariñosos.
Les siguió el toro cebú gigante. Al principio me daba miedo
pasar por el potrero donde está porque es un animal imponente que camina
nervioso por todo el potrero con la nariz levantada buscando a sus futuras
consortes. Sin embargo, empecé a notar que también se me acercaba a supervisar
mi trabajo en el jardín. Entonces empecé a darle pasto y hojas de plátano. Así
nos hicimos amigos y ahora corre a mi encuentro en las mañanas para que le dé
alguna fruta mientras paso por su potrero, agacha la cabeza para que se la
rasque y me espera para saludarme cuando salgo al jardín al final de la tarde.
Mientras trabajo puedo ver hacia el potrero donde mi vecina
tiene a los terneritos. A pesar de estar separados de sus madres son bastante
felices. Corren, saltan y juegan entre ellos.
Es inevitable tender a ser vegano o vegetariano y empezar a
ver a los bovinos más como amigos que como fuentes de alimento.
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