MOLIENDA

 


Siempre había querido ir a una molienda. De niña había oído muchas historias en la casa de mi abuelo acerca de las largas jornadas de trabajo que se empleaban para obtener la miel que luego se guardaba en zurrones en un cuarto especial donde también a veces se batía guarapo, la bebida de los trabajadores y a la que los niños no teníamos acceso. En cambio, disfrutábamos de postres tradicionales como plátanos cocinados en los fondos de la miel o cuajada con miel fresca, recién traída de la molienda. También oíamos de los accidentes que ocasionalmente se presentaban y por los que los niños no estábamos invitados a esas faenas.

Soy muy afortunada de tener buenos vecinos y hoy, gracias a la amabilidad de Rafael Mendoza, pude conocer el proceso de molienda moderno. Desde el inicio de la semana don Rafa estuvo recogiendo las cargas de caña que los vecinos sacan de las fincas a la orilla de la carretera y trasladándolos al trapiche. Allí en dos o tres jornadas que inician a la una de la mañana y terminan muy tarde en la noche, se pasa la caña por el trapiche, el jugo que sale se pasa a un tanque y de allí pasa al primero de cuatro fondos o recipientes donde el jugo de la caña se cocina en diferentes etapas de más líquido a más espeso y se conjunta, es decir se traslada de fondo a fondo con ayuda de un recipiente que resiste las altas temperaturas y que seguramente es fruto del ingenio de quienes han ido modernizando esta tarea en el tiempo. La miel del último fondo pasa por un canal de madera a los recipientes donde termina su enfriamiento y se almacena.

El espacio del trapiche es muy agradable. Mi visita fue muy corta pero me pude dar cuenta de que a pesar de las duras jornadas de trabajo, los responsables de esta dulce labor se llevan muy bien entre ellos y hacen que el trabajo sea agradable. Me contaron historias de otras moliendas, y con mucha generosidad me mostraron cada etapa del proceso, me permitieron tomar fotos, hacer video y me brindaron un postre artesanal digno de cualquier competencia gastronómica: pan de maíz remojado en la miel caliente del último de los fondos. Tambien me permitieron probar el guarapo fresco en su ambiente más natural.

Es una experiencia muy interesante, con mucho potencial turístico y una tradición que vale la pena rescatar, antes de que por razones económicas desaparezca y quienes se dedican a ella cambien a otras actividades agrícolas más rentables.




Comentarios

  1. Bonita narración sobre una dulce actividad que acompañó la niñez de muchos niños campesinos, como yo, en los tiempos en que "Noe desembarcó en tierra firme" y que en el nuevo periodo de la tierra, el Antropoceno, según les ha dado por llamarlo algunos que se llaman así mismos expertos, va despareciendo. La Molienda y la caña de azúcar hacen parte de la historia de los países tropicales y caribeños, de los cuales cito, por acordarme, Brasil Colombia, Venezuela y las islas de Cuba y La Española, desde el siglo XVI, aproximadamente. Seguramente estará ligada a las luchas de la esclavitud, independencia y de ritmos musicales como la salsa. En mis recuerdos, está la finca de una tía materna, El Palmar, en donde tenían semanas de molienda y al contrario que a ti, a los niños nos ponían, por ratos, a arrear los bueyes o mulas, que en círculo, como el tercero del infierno de Dante, giraban indefinidamente para mover las piedras, porque el molino era de piedra, que trituraban la caña para sacar "el guarapo" que pasaba a las pailas de cobre. Los más queridos recuerdos de esas jornadas, para mi, son el olor, la gula con el dulce y hacer las melcocha sobre las piedras del río; sin río no tendría mi historia de la molienda.

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  2. Lindo relato, me trasladó a mi infancia, cuando conocí una molienda en Cocorná - Antioquia. Yo toda una niña criada en la ciudad, no podría comprender el aroma dulce que sentía, me quedé impresionada con todo este proceso.¡ Hoy recuerdo con gratitud ese lindo momento!

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