TEQUILA SUNSET

 




La pregunta más frecuente de la gente cuando les cuento un poco sobre mi estilo de vida es: 

¿No tiene miedo de estar sola en el campo?

La respuesta rápida es que no tiene caso sentir miedo. Hay peligros en todas partes y los del campo son sólo un poco diferentes a los de los pueblos y las ciudades.

La respuesta real es un poco más complicada. Para ser muy honesta, la respuesta es sí. Sí da miedo vivir en el campo. Cuando estaba construyendo la casa, pensé en muchos de los posibles peligros y en sistemas de seguridad para evitarlos o disminuirlos. Eran tantas las preocupaciones, por rejas, puertas y cerraduras que al final terminé desistiendo de todas las medidas de seguridad porque mi modelo de casa estaba pareciendo un poco a una cárcel de alta seguridad. Opté por una solución un poco más sencilla: tener una casa sin atractivos para los ladrones. No tengo herramientas, electrodomésticos, joyas o dinero que puedan ser una tentaciòn para el prójimo. Y me aseguré de que los vecinos lo supieran invitando a pasar a cualquier persona que se me acerque.

Sin embargo, miedo a estar a solas tiene dos caras: una es el miedo a los otros. Ese miedo a factores externos que nos puedan robar nuestra paz. La otra cara es el miedo a quedarnos a solas con nosotros mismos y descubrir que no somos buena compañía. De los dos, es más real el miedo a quedarnos a solas con nosotros mismos. Cuando estamos a solas nuestra voz interior magnifica los miedos externos y nuestros fantasmas internos nos visitan en cualquier momento del día y a cualquier hora.

La soledad me ha enseñado a sopesar los miedos. A ver las amenazas externas por lo que realmente son, a manejarlas pero sobre todo a soltar la ilusión de que si hago algo voy a poder controlarlas. También me ha enseñado a vivir conmigo misma. Y descubrí que soy mejor compañía de lo que pensaba. Mi voz interior sigue hablando de mil temas diferentes, en diferentes momentos del día pero al tener la opción de estar a solas con mis pensamientos he aprendido a no entretener los pensamientos sombríos y a disfrutar los pensamientos alegres. Al final del día, buenos y malos pensamientos se van y mi vida sigue siendo la misma.

Estando sola en la casa adquirí la costumbre de tomarme un tequila sunset al final de la semana, al atardecer. No soy una persona de tragos y rara vez me tomo más de uno. Mientras disfruto de mi coctel, me concentro en soltar las preocupaciones de la semana y me preparo para disfrutar de mi ajetreado fin de semana. Es una manera de celebrar una semana más de vida y los pequeños triunfos en el trabajo o en las labores domésticas. Es el momento de celebrar la llegada de la libertad que trae consigo la soledad.

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