CUENTOS DE ANIMALES I: MADRES SILVESTRES




Una de las primeras cosas que aprendí al estar en el campo es que los humanos no comprendemos de manera suficiente a los animales. Sus sistemas de comunicación, su lenguaje, su manera de comunicarse con sus iguales y hasta su manera de comunicarse con nosotros. Siempre me ha maravillado que seres que físicamente son más poderosos que nosotros se sometan a domesticación y nos soporten. Nosotros los compramos, los vendemos, los utilizamos, los castigamos y nos los comemos sin consideración alguna. Puntos menos para nosotros como especie “inteligente”.

A continuación, algunas anécdotas de animales que me han llevado a reconsiderar mis creencias en relación con los animales y que han aumentado mi estima por ellos:

Antes de poder ser esterilizada, la gata de mi vecina tuvo cría. Tuvo una camada varios gaticos, que fueron fácilmente adoptados y quedó una gatica negra, que nadie quiso por la superstición de que los gatos negros traen mala suerte. Después de ofrecerla a varias personas, finalmente le conseguí casa con un compañero de oficina que estaba buscando un animalito de compañía. La recogí una mañana y me la llevé. La madre gata se dio cuenta de que yo me la había llevado e hizo guardia durante días en los alrededores de mi casa, buscando a su hija. Pasó semanas hasta que perdió la esperanza de recuperarla.

Sammy, mi última adopción, es hija de Vicky, una perrita de la vecindad, semi silvestre y muy desconfiada. De hecho, ella y su compañera quedaron preñadas al mismo tiempo y compartieron al padre de sus hijos, Tarzán, un perro labrador grande e inteligente que por sus características podría ser el padre de todos los perritos de la vereda. Igual que con la gata, todos los perritos encontraron un hogar y Sammy no había sido adoptada por ser hembra. Aunque mi cupo de mascotas estaba completo, decidí adoptarla para poder asegurar su esterilización y las de las dos madres perrunas y así evitar el nacimiento de más perritos no deseados. Me la trajeron a la casa y casi de inmediato, Vicky vino a llevarla de regreso a la casa de su dueño. Hizo unos tres intentos de llevarla, pero Sammy siempre regresaba porque en mi casa la comida está asegurada dos veces al día, la casa del vecino es lejos y hay que atravesar una quebrada para poder llegar. Finalmente, al darse cuenta de que no podía llevarse a su hija, Vicky se mudó… vino a vivir debajo de mi casa, cerca de su hija a quien respalda en todas sus peleas.  

Si alguna vez se me ocurre regañar a la hija, la madre estira la trompa y se aleja ofendida... hasta la siguiente hora de la comida.

Y finalmente está Mimi, mi gata, que está convencida de que soy su hija. En su papel de madre me acicala, me acompaña, me defiende de los otros gatos de la casa, de los insectos que se me acerquen y como toda buena madre se asegura de que haya amanecido viva y que me levante a la hora indicada.



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